Eugenio Espejo Un revolucionario perseguido
El pensamiento de
Espejo se volvió cada vez más radical: fue el primero en exigir la
independencia de las colonias y la liberación de la dominación española,
promovió la igualdad entre indígenas y criollos y también los derechos
de la mujer. Fueron sus ideas que llevaron al Primer Grito de la
Independencia, el 10 de agosto de 1809.
Por su crítica a los
españoles y su pensamiento independista, Espejo tuvo durante toda su
vida problemas con las autoridades coloniales. Para deshacerse de Espejo
y sus ideas peligrosas, las autoridades le mandaron como médico a Perú
en 1783. Pero se quedó en Riobamba porque los curas de la ciudad le
pidieron que defendiera a los indígenas que sufrían el abuso del alcalde
y el colector de impuestos.
En 1787, fue exiliado por primera vez,
por haber escrito el libro El retrato de Golilla, la historia de
Túpac-Amaru, líder de un levantamiento indígena en 1780. La obra habla a
favor de los indígenas, burlándose de los españoles.
En 1791, Espejo
regresó a Quito para crear la Sociedad Patriótica Amigos del País. Ésta
tuvo 25 miembros que se reunían cada semana, debatiendo sobre temas
como la agricultura, la educación, la política, los avances en las
ciencias físicas y naturales, y problemas sociales. Aquí nacieron,
también, planes para la liberación de Hispanoamérica del reino español.
Para difundir estos pensamientos independistas, Espejo empezó a publicar
el primer diario quiteño, Primicias de la cultura de Quito, pero
después de siete números, Carlos IV prohibió la publicación. Asimismo,
el Rey suspendió la Sociedad Patriótica Amigos del País. Sin embargo, el
pensador seguía escribiendo desde la clandestinidad.
En 1795, Espejo
fue detenido de nuevo, cuando las cruces de las iglesias quiteñas
amanecieron con banderolas que llevaban las palabras: “Al amparo de la
cruz, sed libres, conseguid la gloria y la felicidad”. El revolucionario
fue llevado a la cárcel. Según Eduardo Galeano: “Acusado de crímenes
contra el rey y contra Dios, Espejo fue encerrado en celda inmunda. Allí
murió, de cárcel; y con el último aliento suplicó el perdón de sus
acreedores.
La ciudad de Quito no registra en el libro de gentes
principales el fin de este precursor de la independencia
hispanoamericana, que ha sido el más brillante de sus hijos”.
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