domingo, 10 de junio de 2012

Poema a Eugenio Espejo


Una voz se distingue
allí, en el horizonte,
una idea palpita
y remueve al dormido,
¡despierta! soy el eco
de libertad primera,
de aquel que clama aún
perdido en el desierto.

Los rayos de la aurora
se funden en la vida
del periodista y médico
precursor de amerindia,
oxigena la idea
bajo el azul del cielo
en el crucial encuentro
de la noche y el día.

La luz de independencia
remueve corazones,
palpita indescriptible
la lucha de una raza,
no se detiene el ave
en el umbral del tiempo,
tremola su aleteo
y los Andes traspasa.

su Ciencia Blancardina
es simiente que brota
como el Nuevo Luciano
lanzado al infinito,
hallado en el origen
su talla, su figura,
fundida en las Primicias
de la cultura de Quito.

No bastó ser el “duende”,
el científico puro,
había que incrustarse
en el alma del pueblo,
humanista, erudito,
autodidacta probo...
cambio social pedía
su colosal cerebro.

Así se perfilaba
su raza incáica-shiri
colmada de esperanzas
para un mundo mejor:
vacunas para el cuerpo,
vacunas para el alma,
científicos encuentros,
revolución de amor.

Loor al “duende” hambriento
de cambiar la agonía,
en manos que trabajan
desterrando el temor:
Loor a Eugenio Espejo,
el hombre perseguido
que entregó su existencia
por un nuevo Ecuado



 Eugenio Espejo Un revolucionario perseguido


El pensamiento de Espejo se volvió cada vez más radical: fue el primero en exigir la independencia de las colonias y la liberación de la dominación española, promovió la igualdad entre indígenas y criollos y también los derechos de la mujer. Fueron sus ideas que llevaron al Primer Grito de la Independencia, el 10 de agosto de 1809.
Por su crítica a los españoles y su pensamiento independista, Espejo tuvo durante toda su vida problemas con las autoridades coloniales. Para deshacerse de Espejo y sus ideas peligrosas, las autoridades le mandaron como médico a Perú en 1783. Pero se quedó en Riobamba porque los curas de la ciudad le pidieron que defendiera a los indígenas que sufrían el abuso del alcalde y el colector de impuestos.
En 1787, fue exiliado por primera vez, por haber escrito el libro El retrato de Golilla, la historia de Túpac-Amaru, líder de un levantamiento indígena en 1780. La obra habla a favor de los indígenas, burlándose de los españoles.
En 1791, Espejo regresó a Quito para crear la Sociedad Patriótica Amigos del País. Ésta tuvo 25 miembros que se reunían cada semana, debatiendo sobre temas como la agricultura, la educación, la política, los avances en las ciencias físicas y naturales, y problemas sociales. Aquí nacieron, también, planes para la liberación de Hispanoamérica del reino español. Para difundir estos pensamientos independistas, Espejo empezó a publicar el primer diario quiteño, Primicias de la cultura de Quito, pero después de siete números, Carlos IV prohibió la publicación. Asimismo, el Rey suspendió la Sociedad Patriótica Amigos del País. Sin embargo, el pensador seguía escribiendo desde la clandestinidad.
En 1795, Espejo fue detenido de nuevo, cuando las cruces de las iglesias quiteñas amanecieron con banderolas que llevaban las palabras: “Al amparo de la cruz, sed libres, conseguid la gloria y la felicidad”. El revolucionario fue llevado a la cárcel. Según Eduardo Galeano: “Acusado de crímenes contra el rey y contra Dios, Espejo fue encerrado en celda inmunda. Allí murió, de cárcel; y con el último aliento suplicó el perdón de sus acreedores.
La ciudad de Quito no registra en el libro de gentes principales el fin de este precursor de la independencia hispanoamericana, que ha sido el más brillante de sus hijos”.

Primer periódico del Ecuador 

"Primicias del Ecuador"




Fue la primera publicación que apareció en la antigua Presidencia de Quito, y fue editada bajo los auspicios de la Escuela de la Concordia.
Su primera edición circuló el 5 de enero de 1792, y a través de sus páginas se hicieron importantes reflexiones morales y disquisiciones filosóficas, así como recomendaciones y consejos sobre salubridad, higiene, buenas costumbres, etc.
Apareció quincenalmente bajo el espíritu impulsador del Dr. Eugenio Espejo. Las suscripciones se admitieron al precio de real y medio de plata por cada pliego completo, pero los quiteños no respondieron a su publicación y, por el contrario, lo acogieron con frialdad, propiciando inclusive una absurda persecución que se extendió también en contra su autor.
No fue ni revolucionario ni subversivo y solo buscaba el mejoramiento de Quito en lo intelectual y la reactivación de su espíritu adormilado y como resignado a lo peor.
En “Primicias” Espejo emplea un lenguaje rebuscado y elitista que aún hoy no es fácil de interpretar o leer; peor aún debió serlo en esa época y para un pueblo al que el mismo Espejo había reconocido ignorante en su “Discurso” de 1789, cuando dice: “Estamos destituidos de educación. Sería adulación, vil lisonja, llamar a los quiteños ilustrados, sabios, ricos y felices, No lo sois: hablemos con el idioma de la escritura santa; vivimos en la más grosera ignorancia y la miseria más deplorable” (Eugenio de Santa Cruz y Espejo / Primicias de la Cultura de Quito, p. 136).
“Primicias de la Cultura de Quito” fue una “revo­lucionaria novedad en el monótono y encogido vivir de la con­ventual ciudad. Espejo, el acusado de libelista y panfletario, al que "lo habían mandado sacando a Santa Fe" -como debían decir con uno de sus tan pintorescos gerundios las gen­tes quiteñas-, ahora convertido en secretario de la "Sociedad Patriótica", publicaba un papel periódico. Aquello a muchos no satisfizo, y usando el quiteñísimo recurso del rumor maledicente se dieron a socavar el naciente edificio” (Idem, p. 144-145).
    Fue por eso que tuvo una trayectoria efímera que solo alcanzó su séptima     publicación, que apareció el  jueves 29 de marzo de 1792.

Obras literarias  de Eugenio Espejo 

El primer periodista del Ecuador realizo numerosas obras como: Nuevo Luciano de Quito (1779), Sermón de San Pedro (1780), El Retrato de Golilla (1781), Cartas riobambenses (1787) y Discurso sobre la necesidad de establecer una sociedad patriótica con el nombre de “Escuela de la Concordia” (1789).
El pensador escribió inspirado en las ideas de la Ilustración. Durante esta época europea, los pensadores exigían la libertad y la justicia, y declaraban los derechos naturales que tienen todos los seres humanos desde su nacimiento.
Las obras de Espejo están llenas de ironía. El escritor criticó la oscura sociedad quiteña del siglo XVIII bajo el dominio español, en donde reinaban la esclavitud y la pobreza, y en donde las personas que violaban las estrictas normas religiosas –que dominaban la sociedad– terminaban enjuiciados por la Inquisición. Garcés Cabrera escribe sobre la reacción de Espejo en contra de la rígida sociedad quiteña de la Colonia: “En medio de tanta ignominia, grita Espejo a cada momento y su grito no encuentra eco ni siquiera en las paredes. Es el magnífico predicador en el desierto”. 
 
La vida de Eugenio de Santa Cruz y Espejo , primer periodista ecuatoriano, estuvo ligada a Riobamba . Y precisamente, dos de sus obras, han inmortalizado a la ciudad. “Representación de los curas de Riobamba” y “Cartas Riobambenses” demuestran por una parte la preocupación de Espejo por la situación de la Real Audiencia, y también la ironía que lo caracterizaba. Ambas staban relacionadas estrechamente y tenían como hilo conductor la enemistad con dos personajes de la villa: Ignacio Barreto y José Miguel Vallejo.

Cuando los curas de Riobamba le pidieron escribir la réplica legal a un informe cuestionador presentado por Barreto, Espejo sintió que la hora de tomar revancha había llegado.
El “Duende”, como le gustaba llamarse a sí mismo, estaba convencido que el verdadero autor del informe era José Miguel Vallejo, a quien repudiaba por haberlo acusado.
Espejo no podía olvidar el episodio de su detención en 1783, cuando trató de eludir la orden de prestar servicio como médico en una expedición hacia las selvas orientales. Espejo trató de huir al refugiarse en Riobamba, en casa de Vallejo, a quien consideraba su amigo. Sin embargo, fue él quien lo denunció ante las autoridades.

Eugenio Espejo, propulsor de la medicina en Ecuador colonial (1747-1795)

Eugenio de Santa Cruz y Espejo Fue un condigno contemporáneo del conspicuo sabio médico habanero Don Tomás Romay, a quien, por sus singulares merecimientos científicos, se le tributa este año devoto y cálido homenaje. Graduado de Medicina en 1767, pueden darse por definitivamente perdidos los primeros trabajos científicos del sabio quiteño.Parece que las "Reflexiones", tal era el nombre genérico, recogían sus observaciones e investigaciones durante las décadas séptima y octava del siglo.
De trabajos posteriores, salvados del furor de las autoridades coloniales y de la acción del tiempo, se encuentran sólo referencias. 
Por ellas se sabe que allá por 1764, una fiebre mortal, aparecida en alguna de las vastas propiedades de los jesuitas, se extendió por el callejón interandino, ensañándose en la población indígena.
Espejo describió el mal. Minuciosamente, como él sabía hacerlo. Era la "fiebre" o "mal de manchas": o "peste de indios", por su incidencia preferente. Muy verosímilmente, el actual "tifus exantemático". El la señala como fiebre inflamatoria y pestilente, y en todo caso siempre maligna, desconocida antes y después de la Conquista. Su habitual espíritu crítico acusa la impericia de los llamados "profesores de medicina".
Otros trabajos tuvieron mejor suerte. 
En primer término, sus observaciones sobre la quina, recogidas en "Memorias sobre el corte de quina" y " Voto de un Ministro togado". Ambos datan de 1792.
Originaria de las estribaciones orientales de los Andes, el descubrimiento de la quina _del quechua, cáscara excelente- tuvo lugar en los primeros contactos del conquistador con las tribus de la región suroriental del Ecuador, actual provincia de Loja. 
Corteza maravillosa, su hallazgo está aureolado de leyenda.
Dos siglos reinó imperturbable la quina. Administrada en polvo, en píldoras, en infusión o en extracto. Pero hubo un perfeccionamiento técnico: los indios la maceraban en chicha de maíz, los españoles preferían el aguardiente.
"La cascarilla, dice, es de indispensable necesidad para las calenturas intermitentes, y, aún en sentir de buenos físicos, para toda especie de fiebres, para curar las hidropesías; para desterrar los efectos escorbúticos; para precaver las gangrenas y el cáncer, y, en fin, para muchísimos y más fáciles usos, para los que la adaptan la casualidad o la pericia filosófica de los médicos de observación".
Luego la idealiza hasta convertirla en panacea:
"La quina ministra un antídoto casi universal contra las dolencias humanas... quizás, y sin quizá aún no se han descubierto todas las virtudes medicinales de la quina, hallándose en ella otras que pueden acercarla a remedio universa
No por las sales amargas que contiene.
Acaso por algunos "corpúsculos imperceptibles, renuentes a la investigación f
"Los efectos de ésta _la quina- tan saludables a la humanidad, quizá no dependen como quiera de las sales amargas, sino de otros corpúsculos imperceptibles, que tal vez nunca se sujetarán a la porfía de la investigación.
En América se sabe de modo preciso que las viruelas llegaron en la segunda década del XVI y que fue su primer portador y transmisor Francisco Eguía, negro esclavo, traído a Capoala, México, por Pánfilo Narváez. Desde entonces su frecuencia corre paralela al desarrollo del comercio colonial. Pronto se aclimatan y se hacen endémicas. Sólo las casas de clausura y los sitios remotos, al margen de los caminos, están a salvo o son rara vez afectados. De aquí dedujo Espejo el carácter eminentemente infecto-contagioso del mal y la necesidad de aislar a los enfermos.
En cuanto al origen, Espejo se suma a Sydenham. Según el famoso médico inglés, las epidemias deben producirse por miasmas, es decir, por causas no bien conocidas, ocultas en el suelo, activas en determinados momentos, de "constitución epidémica" o de "genio epidémico", que al estallar dan a las afecciones coetáneas aspecto-semejante. Si en un momento prevalecen las viruelas, pues todas las enfermedades se presentan en ese momento con los caracteres de las viruelas.
Espejo interpreta a Sydenham. La causa de las epidemias está en la pésima constitución del aire. A partir de este criterio, Espejo agrega que sólo en este elemento y en sus mutaciones debe residir la causa de las epidemias. "Y a decir verdad, agrega, la atmósfera que nos circunda, debe tener un influjo muy poderoso sobre nuestros cuerpos para causarles sensibilísimas alteraciones".
Pero Espejo va más lejos. "Ahora, si a esta atmósfera se le une una porción de vapores podridos, será inevitable que contraiga una naturaleza maligna y contraria a la constitución de la sangre: esto bastará para que se suscite una enfermedad epidémica, cuyos síntomas corresponden a la calidad propia del veneno inspirado por los pulmones y derramado en todas las entrañas". Pero los efectos son distintos en cada caso, y cada enfermedad afecta específicamente tales regiones y órganos. Y entonces Espejo pregunta: "¿Quién podrá comprender el misterio de que en semejantes ocasiones el aire venenoso determine a ciertas partes del cuerpo y no a otras, sus tiros perjudiciales?" Y él mismo se contesta: "Los físicos se esfuerzan por atribuir este fenómeno a la diversa configuración de las moléculas pestilenciales y a la capacidad diversísima de los diámetros que constituyen la superficie de las fibras del cuerpo. Un glóbulo, pues, entrará bien por un poro orbicular; un corpúsculo cuadrado, por un diámetro de la misma figura. Así las cantáridas insinúan sus partículas en los órganos que sirven a la filtración de la orina; el mercurio donde quiera que se aplique, sube a las fauces y a las glándulas salivares, a pesar de su conocida gravedad; el acíbar se fija más bien en el hígado, que no en el bazo, etc. Y así respectivamente con los venenos y los medicamentos sucede lo mismo".
Y aquí tiene una reflexión cuyo alcance metodológico señalaremos luego, y que ahora simplemente anotamos al paso. Preocupa a Espejo la relación recíproca entre esos elementos extraños al ser y el ser mismo, la interacción que entre ellos se produce. "¿De dónde sabremos, se pregunta, evidentemente que pase en este recíproco mecanismo, así de la acción de aquéllos, como de la reacción de los resortes de la máquina animal?"
Pero sigamos el curso del razonamiento.
Recuerda en este punto, en apoyo de su argumentación, que el ganado vacuno, las aves y hasta los insectos, son susceptibles de contraer periódicamente epidemias contagiosas. Retoma el hilo y dice: "...toda especie viviente padece su epidemia y muerte en una general revolución, que llega a conmover la armonía de los sólidos y líquidos. Lo más que se puede inferir de aquí es que hay tósigos en la atmósfera adecuados a los individuos de cada especie racional o bruta, pero habrá estación en que el aire contraiga una pestilencia que ataque simultáneamente al hombre y brutos, a vivientes e insensibles: entonces la epidemia es universal".
"De esta manera, toda la masa de aire no es más que un vehículo, apto para trasmitir en vago hacia diversos puntos la heterogeneidad de que está recargado. Luego el aire mismo no es la causa inmediata de las enfermedades, especialmente de las epidémicas; y esas partículas, que hacen el contagio, son otros tantos ´cuerpecillos´ distintos del fluido elemental elástico que llamamos aire. Luego es necesaria la ´conmistión´ de aquéllos y de éste, para que resulten esos maravillosos fenómenos, que aparecen de cuando en cuando para terror y ruina de los mortales".
Y sin poder llegar a los "cuerpecillos", sin un microscopio, Espejo se pregunta: "¿Cómo hemos de saber qué figura tengan ellos o qué naturaleza?"
Espejo se refiere también a la "inoculación" como método preventivo específico. Pero es curioso que no se detenga en el punto, lo que era de esperar dados todos los antecedentes. Más curioso porque se aplicaba en América desde mediados del siglo y Espejo estaba siempre al día en los progresos médicos de los países vecinos, en la medida que las circunstancias de lugar y tiempo lo permitían. Tal vez la condición tan rudimentaria de los procedimientos, la dudosa efectividad inhiben a Espejo.Es la única explicación.
PENSAMIENTO ETICO Y FILOSÓFICO DE EUGENIO ESPEJO (1747-1795)

Espejo es el gestor decisivo de las campañas de 1785. Sus ideas campean en las sesiones del Cabildo. Sus ideas están constantes en la “Cartilla”en cuya redacción estuvo presente en la celda de Fray del Rosario, así como estuvieron todos los médicos de Quito. Sus instrucciones sobre el sarampión son el resultado de una Facultad embrionaria que delibera sobre una lucha epidemiológica, larvaria si, pero generosa, y que deja un documento inicial primigenio que para la Medicina ecuatoriana debe ser de respetuoso homenaje. Eugenio Espejo: Médico y Duende. Enrique Garcés, 1944

Eugenio Espejo, representa a no dudarlo la figura paradigmática del médico Ilustrado, en un Quito
dominado por un espíritu colonial y guiado por el pensamiento clerical, traído al nuevo mundo por los conquistadores ibéricos. La cruz y la espada fueron los símbolos del sometimiento aborigen a los aventureros intrépidos y codiciosos que venían a América en busca del mítico Dorado.


En este entorno, marcado por las diferencias de clases sociales, en las que se combatían y despreciaban chapetones, criollos, mestizos, zambos e indios; nace en Quito el 21 de febrero de 1747 el precursor de la independencia que fue bautizado como Eugenio Francisco Javier Espejo, hijo legítimo de Luis de la Cruz Espejo (Chusig), indio picapedrero de Cajamarca y de Catalina Aldaz, chola mulata, hija de una esclava liberta. Este hecho, los antecedentes de sus progenitores, marcarían de una manera definitiva el temperamento y el accionar político, periodístico y médico de este personaje, que con su pluma iracunda denostaba contra las injusticias sociales de su época y censuraba por igual a clérigos obcecados, petimetres y a los falsos médicos que eran un verdadero azote de la Audiencia de Quito.



 Triunfos de la Unidad Educativa Municipal Eugenio Espejo


En la final del torneo intercolegial de voleibol, Espejo superó por 2 set a 0 al Mejía y se coronó Campeón. Destacamos a: Dennis Espinoza, Paulo Rubio, Marco Gutiérrez, Ariel Villacís, Ricardo Borja, Steven Terán, Xavier Veloz, Patricio Maldonado, Andrés Salazar, Kléver Simbaña, Cárdenas y Cobos.


LA UNIDAD EDUCATIVA MUNICIPAL EUGENIO ESPEJO
logró el título de CAMPEON del interescolar de fútbol sub 12, en la final jugada en el estadio de liga El Inca